Pocas películas logran hacer creíble un personaje. Tanto que despierte en tu corazón emociones reales como si de un buen amigo se tratara.
Forrest Gump es una de esas obras de arte que te hace cargo de las historias del protagonista, te haces cargo de él porque él siempre se ha hecho cargo de las personas con las que se cruzaba y nadie se hizo cargo de él hasta el final. La compasión, la ternura y la sencillez de un niño danzan en una película de trama tan sencilla como atractivamente humana.
Nuestro Gump es Gump silencioso, que hace mucho y dice poco. Sabe poco, bueno, lo que su madre le enseñó. Toda la película está bañada de consignas que le da la madre y él, que todavía conserva el espíritu tierno de un niño, no pregunta más. Es la sencillez en carne. Y la sencillez hace que su v ida sea maravillosa, porque Gump Hizo lo que tenía que hacer porque sabía que lo tenía que hacer, y nunc apidió compasión, y nunca retorció la verdad y nunca pidió nada a cambio.
Le tomaban por deficiente, inmaduro. Pero dice un sabio que maduro es el hace lo que debe y está en lo que hace.
Me quedo con la frase que repite varias veces para defenderse de las críticas que le hacen:
Mamá dice que tonto es el que hace tonterías
